Hoy es 23 de Junio: eso quiere decir que, alrededor de la noche de San Juan, si todo hubiera sido como estos años atrás, estaríamos disfrutando del Festival de Cuentos “en Úbeda se cuenta...”, de la Tía Tragantía y de los encuentros felices con narradores y públicos cercanos o lejanos.
Este año, sin embargo, no va a ser así. Tras diez años consecutivos, viene una pausa. ¿Las razones? Lo mejor será que transcriba más abajo el comunicado que Malión (la asociación que lo venía organizando,y de la cual soy miembro), preparó hace unas semanas.
Como la fecha es importante para mí, por muchas y variadas razones, y Malión no dispone de página web, he decidido subirlo a mi blog, porque no quería que quedara en el olvido.
Como complemento, y para que recordemos los buenos momentos pasados en torno a los cuentos, adjunto también el vídeo-resumen de diez años de actividad que se preparó el año pasado. No lo pone en los créditos pero estará bien saber que la música que lo acompaña es de Angelique Kidjó.
Disfrutemos, al menos, de los recuerdos.
Por entre las esquinas ya circula el rumor: Las Palabras, que llevaban diez años moviéndose entre nosotros con un desparpajo cada vez mayor, que buscaban ansiosas oídos cómplices para construir historias en las noches de Junio, y se aliaban con miradas y ademanes para sostener tramas, y sorpresas, no vuelven a recorrer las calles de nuestra ciudad este año.
Quien lo escucha, recibe la noticia con cara de asombro: ¿cómo es posible, si en esta historia de amor entre el que habla y el que escucha, entre los cuentos pequeños y los espacios amplios, entre las historias grandes y los rincones recoletos, todo parecía ir bien?
¿Acaso no gozaron del favor, el respeto, el empuje siempre en aumento de los cientos de personas que se sumaron a esta propuesta, haciéndola suya con una manera única de escuchar, de mirar, de participar en esta empresa fecunda que despierta conocimiento y fantasía?
¿No eran abrigadas también por el apoyo desinteresado de un buen montón de empresas pequeñas y medianas que, cada quien con lo que pudo, aportaron su granito de arena para que los pequeños detalles de los que se componía este Festival estuvieran a punto?
¿No se multiplicaban los brazos y las manos entusiastas de quienes han cargado, empujado, gestionado, visitado, armado y desarmado, guiado y perseguido, repartido y vigilado cuanto hizo falta para convocarlas y hacerlas así inolvidables?
Sólo hay una respuesta posible a estas preguntas: Sí. Así fue. Pero aún a pesar de eso, como en otros tantos cuentos, aparecieron los Zapatos de Hierro. Y a nuestro Festival -y digo nuestro, de todos-, faltó el riego y se negó el sol.
Los Organismos Oficiales (Ayuntamiento de Úbeda, Diputación de Jaén), comenzaron hace tiempo -no, no se trata de una respuesta reciente a tenor de la tan manida crisis-, a recortar el presupuesto necesario o a demorar indefinidamente su materialización, impidiendo que una semilla tan fértil y bien recibida pudiese desarrollarse como pedía.
Aún así, empujados por el ansia y el hambre de escuchar, que ya se había instalado en nuestros corazones, el Festival de Cuentos salía adelante. Con más manos que regalaban su tiempo y su esfuerzo. Y con la voluntad firme, también, de los Narradores y Narradoras, que, pensando que un evento así no podía dejar de existir, renunciaban a lo que en justicia les correspondía, poniendo de su parte algo más que palabras.
Y se aguanta, un año de sequía, y se aguantan dos. Pero al tercero el embalse vacío no refleja ya nuestra mirada y no hay dónde echar mano para paliar la sed. Y con la boca seca se humedecen los ojos, abiertos ante lo que no se entiende, cargados de impotencia.
Y el rumor sordo que recorría las esquinas por las que antes paseaban orgullosas las Palabras a viva voz, crece y se afianza y toma cuerpo: No. No habrá Festival de Cuentos. No podremos decir este año que "En Úbeda se cuenta..."
Sólo nos queda desear que, semejante a la Bella Durmiente, este Encuentro nuestro no esté muerto, y sólo ande dormido.
Pero crecen los rosales cargados de espinas a nuestro alrededor y, tristes, comprobamos que no podemos ver más allá.
Malión, primavera de 2009
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